La familia debería ser un espacio de amor, paz y armonía donde todos sus miembros colaboran para sentirse queridos, libres y apoyados y poder crecer juntos. Los padres deben crear un espacio seguro, de amor y confianza, donde los niños se puedan desarrollar y hacerse individuos responsables y felices. Es como crear un hermoso jardín lleno de diferentes plantas, flores y colores, e irlo cuidando, podando y echándoles abono para que los niños crezcan según su esencia. A lo largo de los años surgirán diferentes cambios, a los cuales la familia ha de ir adaptándose. Uno de estos cambios, puede ser el caso de un adolescentes rebelde que no se responsabiliza de su vida y que no cumple con sus obligaciones. Los adolescentes están en una época de descubrimiento de uno mismo, formándose como individuos y con muchos cambios físicos y hormonales. Algunos se sienten incomprendidos, se encierran y amurallan, y a los padres les cuesta mucho comunicarse con ellos. Los padres pierden la confianza en el joven y se sienten impotentes y la familia se desestabiliza. Se crea un círculo vicioso del que a veces es difícil de salir. El joven se rebela continuamente, los padres le reprochan ese comportamiento y el adolescentes se amuralla aún más. Se pierde la comunicación y el adolescente se convierte en un desconocido. Este momento, aunque en principio puede ser estresante y desesperante es una buena oportunidad para el crecimiento de todos.
La relación entre los miembros de la familia es un sistema inteligente con vida propia y todos sus miembro están interrelacionados estrechamente. Cuando hay un miembro en la familia que está en un momento de cambio, como puede ser el ejemplo anterior, la familia entra en conflicto y es un excelente momento para que el coach de familia desvele lo que está sucediendo en profundidad y ayude a la familia a hacer un cambio consciente. El conflicto contiene dentro de si mismo las semillas de la solución. EL adolescente está cambiando y la familia también. El coach hace de facilitador de este cambio. Tiene que saber escuchar y ayudar a que esto ocurra y para ello tiene que llegar al fondo de todo y escuchar todas los miembros de la familia. Un conflicto es como un iceberg, se ve una parte pero otra gran parte queda oculta. Es necesario hacer un trabajo de resolución de conflictos, de alineamiento de objetivos, de roles y constelaciones. También trabajar los jinetes de la incomunicación que son: el amurallamiento, el desdén, estar a la defensiva y culpabilizar. Después de un trabajo de coaching de familia, la familia gana confianza e intimidad. Se llega a unos acuerdos de responsabilidad y compromiso que se tienen que ir rediseñando y se recupera la armonía y la paz.